6.- Vigor y fortaleza: Booz el varón fuerte Hemos visto lo que encierran en hebreo las palabras jedwáh y jadad. Conviene detenernos ahora un momento en la palabra hebrea 'oz que se utiliza principalmente para designar la fortaleza. En hebreo la palabra 'oz designa el vigor, la fuerza física, el poder, la virtud.
Más que el concepto quizás nos describa su significado el personaje del libro de Ruth llamado Bo'oz, nombre que traducido literalmente significa "en él hay poder". Bo'oz se nos ofrece y se nos presenta como un ejemplo viviente del poder divino y salvífico que emana, o que pasa a través, de un hombre piadoso, recto, vigoroso, rico pero misericordioso, apto para salvar y decidido a hacerlo.
El libro de Ruth se complace en subrayar la debilidad y pobreza de los antepasados del Mesías. Elimélek (mi Dios es Rey), su esposa Noemí (mi dulzura) y sus hijos deben abandonar Belén (La casa del Pan) acosados por el hambre y la necesidad. Y deben emigrar fuera de la tierra santa, a los campos de Moab, con sus dos hijos Majlón y Kilión (Enfermedad y Debilidad). La muerte de su esposo primero y la de sus hijos después convierte la dulzura de Noemí en amargura.
De esta debilidad y desamparo se hará cargo Bo'oz, el go'el, el pariente auxiliador. Se convierte así, amparando a las viudas, y dando descendencia a los difuntos, en un vicario del auxilio divino para los desgraciados. Pero también, merced a su piedad y sin buscarlo, inmortaliza su nombre al querer perpetuar el de los difuntos. Dándoles descendencia como pedía la piedad, se convierte, él también, en antepasado del Mesías.
El narrador del libro de Ruth establece todavía un contraste entre Bo'oz y el pariente innominado, más cercano por sangre, pero que se desentiende de auxiliar por no perjudicar sus intereses. No se conserva su nombre en el relato, que se refiere a él como "fulano", "un tal", esquivando nombrarlo.
-------------------------- Conferencia en las VII Jornadas de Espiritualidad Católica sobre: LAS VIRTUDES CRISTIANAS Organizadas por el Oratorio Jerónimo Frassati, ”. El Volcán, San Luis, 15-17 Junio 2001
5. - El gozo de la amistad de predilección Después de ubicar la frase en su contexto y de explicar el sentido de la palabra jedwáh y la naturaleza religiosa de ese gozo, detengámonos ahora por un momento a meditar sobre lo que este texto puede enseñarnos. La jedwáh de la caridad es aquél gozo propio de la caridad total. Un gozo como ningún gozo, porque es ocasionado por un Bien como ningún otro bien: es el gozo de la amistad divina. Es el gozo de la amistad con Dios, que no se queda en un acto solamente espiritual sino que también. Me viene al pensamiento aquí el ejemplo del pequeño mártir cristero José Luis Sánchez del Río, de trece años, que le argumentaba a su mamacita: "nunca estuvo el cielo tan barato"[en la foto]
1) hace "exultar el corazón y la carne"
[Salmo 83,3: mi corazón y mi carne se regocijan con el Dios vivo: libbí ubesarí yerannenú 'el-'el jáy]
2) y se somatiza hasta en los huesos y en las entrañas [Salmo 51,10: exulten los huesos: tagélna 'atsamót]
Un gozo superior a todos los que producen los bienes de este mundo. Sólo el creyente que ama a Dios con todo el corazón y todas las fuerzas, - es decir no solamente con un acto puramente mental, sino con un acto del espíritu que redunda también en su alma, su carne y sus entrañas, es decir con todo su ser -, podrá permanecer adherido al Bien y triunfar y resistir en la lucha contra el mal.
Ya que sólo la caridad, es decir sólo el amor total a Dios, la ‘caridad perfecta’de San Juan [1 Juan 4,18] hace fuertes a sus hijos, los cristianos, porque los consuela, los conforta, los hace gozosos en la realización de la voluntad del Padre hasta la muerte [Mujer: ¿por qué lloras? Gozo y tristezas del creyente en la civilización de la acedia. Ed. Lumen, Buenos Aires, 1999].
Obviamente, esta caridad, gozosa por ser perfecta, y la fortaleza que redunda de ella, no son un programa sino una gracia.
Pero uno se dispone a recibir ese ciento por uno, dejando el uno. Lo que le impida correr por el camino de ese amor, para reencontrarlo salvo y transfigurado por el amor divino, con una plenitud centuplicada.
La caridad divina es un amor que se llama de predilección porque supone siempre, incesantemente, actos de elección, durante toda la vida. La elección supone que uno siempre está dejando cosas para quedarse con lo que considera más importante. La dilección supone una elección y por lo tanto un sacrificio, aunque gozoso. Se sacrifican y ofrecen cosas, pero alegremente: "laetus obtuli universa" [1 Crónicas 29,17: 'ani beyósher lebabí hitnaddábti khol-'élleh]
El que deja cosas a cambio de permanecer en la amistad con Dios y crecer en ella, puede decir como David en su Bendición y testamento: "te he ofrecido de corazón todas estas cosas y ahora veo con regocijo que tu pueblo que está aquí también te ofrece alegremente sus dones" [1 Crónicas 29,17].
A esta elección gozosa se refiere Jesús con las parábolas de la Perla preciosa [Mateo 13,45] y del Tesoro escondido [Mateo 13,44], por el que se vende todo lo que uno tiene. La caridad de predilección hace fuertes y gozosos en la renuncia, que se convierte, más que en un sacrificio, en un buen negocio.
Me viene al pensamiento aquí el ejemplo del pequeño mártir cristero José Luis Sánchez del Río, de trece años, que le argumentaba a su mamacita: "nunca estuvo el cielo tan barato".
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4. - El gozo específico de la amistad con Dios Examinemos ahora un poco más de cerca a qué clase de gozo pertenece esta jedwáh que recomienda Esdras al pueblo como fuente de fortaleza.
La palabra hebrea jedwáh, que las versiones castellanas de este pasaje vierten por gozo, procede de la raíz jadáh: gozarse religiosamente o por un motivo religioso. [Curiosamente, la palabra yijád (guerra santa)proviene en árabe de esta misma raíz] Bien podría traducirse como: " el consuelo del Señor es vuestra fortaleza" Jedwah y jadáh, pues, a diferencia de otros términos hebreos como simjá, saméaj o ranán, designan en la Biblia Hebrea un gozo de carácter religioso. Un gozo espiritual
pero que, desde el espíritu, contagia al alma y al cuerpo, al corazón, las entrañas y los huesos.
Es el gozo que nace de lo que san Juan llamará: "la caridad perfecta" [1 Juan 4,18]
Ese gozo, o la memoria de él, sostiene en el combate de la tribulación. El salmista reconforta a su alma entristecida recordándoselo: "¿Por qué estás triste alma mía y por qué me conturbas? Espera en Dios que volverás a alabarlo" [Salmo 42,6: mah-tishtojají nafshí watehmí 'aláy, hojíli le'lohím ki-'ód 'odénu yeshu'ót panáw]
Es el gozo de hacer la voluntad del Padre lo que sostiene a Jesús en la agonía del Huerto de los Olivos, cuando su alma se entristece hasta la muerte. Y es también el gozo que sostiene a María a los pies de la Cruz, cuando la espada predicha por Simeón le atraviesa el alma. Su Hijo, desde la Cruz, le anuncia el gozo de una nueva maternidad, entregándole, para alegría de parturienta, a Juan, primogénito que inaugura su maternidad sobre todos los creyentes.
Un examen de los lugares donde aparecen jedwáh y jadáh en la Escritura muestra que se trata de: 1) un gozo que produce en los hombres de Dios la contemplación de sus obras 2) o del consuelo que experimentan en el culto del templo en la presencia del Señor; 3) o bien del gozo que produce estar en la presencia de Dios.
Veamos unos ejemplos:
1) Jetró, el suegro de Moisés, al reecontrarlo después del paso del Mar Rojo: "se alegró (=wayyijád) de todo el bien que Yahvé había hecho a Israel librándolo de la mano de los egipcios" [Éxodo 18,9]
2) En el libro primero de las Crónicas [1 Crónicas 16,27], David, en ocasión de establecer el culto del santuario en la traslación del Arca, entrega a Asaf y a sus hermanos un himno en el que, refiriéndose a la alegría propia del culto litúrgico en el templo, dice: "Gloria y majestad están ante Él, fortaleza y alegría ('oz wejedwáh ) en su Morada" [1 Crónicas 16,27]
¿Cómo podemos imaginarnos que se asocian la fortaleza y la alegría en el contexto del culto del templo? David, nos cuenta la Escritura, "bailaba con todas sus fuerzas delante del Señor" [2 Samuel 6,14: wedawid mekharkér bekhol-'oz lifné 'adonay]
El gozo del Señor lo hacía infatigable, aún físicamente, en la expresión de la gratitud y de la alabanza. Se comprende la gravedad de la incomprensión de Mikal de la naturaleza religiosa de aquella jedwáh.
3) Tercero y último ejemplo: Dios colma de alegría al rey Mesías del que David es siempre el arquetipo: "lo regocijas (tejaddéhu) de alegría (besimjáh) delante de tu rostro (e.d.: en tu presencia)" [Salmo 21,7: tejaddéhu besimjáh 'et-panékha. La alegría propia de los que aman a Dios por estar o vivir en su presencia, la canta también el salmista con otra palabra simjáh que se usa también para designar alegrías profanas: "saciedad de alegrías en tu presencia" = sábac semajót 'et panékha, Salmo 15,11]
Es por lo tanto el gozo de los que aman a Dios y contemplan sus obras o se encuentran en su presencia. No se excluye un contexto bélico y guerrero, de lucha y victoria. Puede concebirse que el gozo de los cantos de victoria que entonan las mujeres al recibir a los guerreros que regresan, pertenezca a este tipo de júbilo religioso por las obras de Dios en favor de su pueblo [Véase el canto de María en Éxodo 15, o el de Déborah en Jueces 5, o el baile de la hija de Jefté aludido en Jueces 11,34; o el canto de las mujeres que provoca los celos de Saúl por David en 1 Samuel 18,7].
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3. - La frase en su contexto Conviene ubicar, ahora, en su contexto la frase de Esdras que nos habla del gozo como fuente de fortaleza, para comprender mejor lo que implica.
Con esta frase, el gobernador Nehemías y el sacerdote Esdras, exhortan al pueblo de Dios en un momento crucial de su historia que se considera como el día del nacimiento del Judaísmo. Esdras lee la ley en la fiesta de las Tiendas delante de la puerta del Agua de la Jerusalén recién reconstruida. Sus habitantes han levantado las murallas hostigados por los vecinos y teniendo la herramienta en una mano y la espada en la otra. Han terminado su obra y es un día inaugural para la ciudad entera.
De pie sobre un estrado para que lo vea y escuche todo el pueblo, Esdras abre el libro
y después de bendecir al pueblo, lee en el libro de la Ley de Dios, aclarando e interpretando el sentido, para que se comprenda la lectura. Todo el pueblo llora al oír las palabras de la Ley. Es un llanto de compunción, porque la lectura de los designios del amor divino hacen resaltar la gravedad de los pecados que arrastraron a su ruina y al destierro al pueblo elegido.
Es en esta ocasión y en esta situación espiritual del pueblo, - en la que Nehemías el gobernador, Esdras el sacerdote y los levitas que explican al pueblo lo que se está leyendo -, le dicen: ‘este día está consagrado a Yahvé vuestro Dios; no estéis tristes ni lloréis, porque el gozo del Señor (jedwat 'adonáy) es vuestra fortaleza” [ ki jedwat 'adonáy hi' macuzzekhém]
Las murallas de Jerusalén acababan de ser reconstruidas y Sión era de nuevo una plaza fuerte. Sin embargo, no es ésta la fortaleza en la que ponían la confianza, ni la que celebraban los refundadores de la ciudad santa. La historia del pueblo les había enseñado que las antiguas murallas de nada habían servido y que, más que por los arietes de los enemigos exteriores, habían sido derribadas desde dentro al debilitarse el amor a Dios. Habían abierto brecha en ellas el olvido de Dios y el desamor, la infidelidad a la Alianza y los pecados del pueblo.
Israel sabía que la fortaleza es en parte una virtud y en parte un don de Dios. Y que la seguridad es un don divino, que no depende sólo de la preparación militar y la capacidad defensiva: "Si el Señor no edifica la casa en vano trabajan los que la construyen. Si el Señor no guarda la ciudad, el centinela se desvela en vano" [Salmo 126,1. Cuánto tiene que aprender esta sabiduría la ideología de la seguridad nacional es evidente.]
El Señor defiende al pueblo cuando es fiel y le somete los enemigos, pero cuando es infiel, cuando se aparta de su amor y se va tras los ídolos, ingrato, indiferente o tibio, lo abandona a sus propias fuerzas, que es decir: lo abandona a su debilidad, entregándolo en manos de los que lo odian, vendiéndolos por nada [Salmo 43,13:].
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